Vivimos en una sociedad que se ocupa de educarnos y mantenernos en la infancia. La
sociedad del consumismo es una sociedad infantil y caprichosa, donde interesa tener un
remedio para cada síntoma y donde se intenta evitar que el individuo ejerza su individualidad .
No hay que hacer preguntas si éstas nos llevan a salir de lo estándar. Niño, vale ya de
preguntar ¿..y porqué?
Se nos mantiene como niños hasta la edad en la que ser viejos no es rentable, sin permitirnos
expresar el auténtico niño interior, la trasparencia y la pureza de nuestro ser se pierde en la
frenética carrera por ser lo que no somos.
En una sociedad donde el ritmo es demasiado rápido como para detenernos a analizar por qué
corremos tanto. Y en toda esta cultura de la información desbordada y apabullante, unos
profesionales hablamos de recuperar la
quietud, el equilibrio dinámico y sobre todo crecer
como individuos que trabajan por si mismos y para si mismos en sus procesos de curación.
Pero la conciencia social está evolucionando. Aprendemos poco a poco, sin muchos referentes
pero con ejemplos alentadores, que la inercia y el descontrol pueden combatirse y la necesidad
de descubrir nuevos caminos abre las puertas de Medicinas como la Osteopatía, donde se
vuelve a confiar en el hombre y en sus capacidades de responder ante la enfermedad
desarrollando sus propios mecanismos fisiológicos, escuchando la sabiduría genética que
hemos acumulado en millones de años.
Brunold y Jacob nos dicen: “Ningún fenómeno se produce sin causa. Está aquí el
ResponderEliminarprincipio soberano y regulador de la razón humana en la investigación de los hechos
reales. Muy a menudo la causa de un fenómeno se nos escapa, o bien tomamos por causa
algo que no lo es. Pero a pesar de la impotencia en la cual nos encontramos para aplicar
el principio de causalidad, a pesar de los errores en los cuales podemos caer, nada tiene
que hacer vacilar nuestra adhesión a este principio, concebido como una regla absoluta e
imprescindible.”